viernes, 30 de septiembre de 2022

Análisis de la guerra Rusia - Ucrania por Eduardo Luque para la revista El Viejo Topo

 

Eduardo Luque Guerrero ( Deifontes, Granada, 1958 ) es Licenciado en Pedagogía y Psicopedagogía. Perteneció a los “Movimientos de renovación pedagógica del Vallès Occidental” (Barcelona) y ha participado en Brigadas de Solidaridad en Irak (en dos oportunidades), Cuba o Siria, colaborando con los refugiados palestinos. Colabora asiduamente con El Viejo Topo y con otras revistas de carácter profesional, y es autor de los libros Asalto a la educación. La reforma educativa del PP  y Nos quieren más tontos (El Viejo Topo).

29 septiembre 2.022

https://www.elviejotopo.com/


Donbass: Lo inimaginable está sucediendo

Y la última hora negra y fría se acerca de temor y sombras llena.
Francisco de Quevedo


Lo inimaginable está sucediendo en directo ante nuestros ojos. El mundo Occidental está en Guerra. Tras la invasión, y por tercera vez, como en 1812 y 1940, Occidente intenta destruir y fragmentar Rusia. La declaración del presidente Putin y la llamada a la movilización parcial de 300.000 efectivos cambia la naturaleza del conflicto. La operación militar especial que se desarrollaba desde el 24 de febrero se convierte en una guerra. Lo ha señalado el ministro de defensa: “no estamos en guerra con Ucrania, sino con el Occidente colectivo”. Los objetivos se han ampliado. Ya no se hablará de desmilitarización ni de desnazificación: se ha pasado de un conflicto apoyado en aliados y librado en territorio extranjero, como el de Siria, a la defensa de la patria. Los objetivos estratégicos se han ampliado. Rusia se prepara con esta movilización para foguear su ejército en la perspectiva de intervenir en varios conflictos. Ya no contempla paralizar la ofensiva una vez aseguradas las zonas conquistadas sino destruir el Estado ucraniano tal y como lo conocemos. Es una guerra que enfrenta al mundo occidental, dirigido por Washington, contra Moscú.

El conflicto en Ucrania no acabará pronto; se prolongará en el tiempo con la intervención de otros actores. Los países bálticos abren la puerta a un enfrentamiento mayor. En Estonia, los intentos del gobierno por eliminar cualquier monumento a los soldados rusos, se han saldado con manifestaciones en las cuales la policía disparó contra los manifestantes pro-rusos provocando muertos, heridos y detenidos. En paralelo, las mismas autoridades no dudan en glorificar, incluso con la presencia de líderes políticos, a los generales nazis muertos en la II Guerra Mundial. En este país, la población rusa supera el 30% y está privada de derechos políticos y sociales. Otro país báltico, Finlandia, en un rapto de inteligencia, reconoció la independencia de Taiwan, provocando la ira y el embargo económico de China. Letonia anuncia su interés en convertir al Mar Báltico en un mar OTAN y cerrar el acceso a la flota rusa incluso la comercial… Otro gran actor es Polonia, cuya intervención directa en la guerra es evidente. Son varios centenares de militares polacos los que combaten contra las repúblicas del Donbass y Lugansk. Varsovia no oculta sus deseos de modificar sus fronteras a costa de Ucrania. El gobierno polaco tiene elecciones pronto y atiza el nacionalismo revanchista. Los líderes polacos pretenden revisar las fronteras con Alemania, exigen reparaciones territoriales a Chequia y han manifestado su interés por conquistar Kaliningrado y arrebatárselo a los rusos.

Es, desde el primer momento, una guerra de tecnología y materiales. Moscú moviliza sus recursos industriales en el horizonte de reconstruir una economía de guerra. China ayudará también en este esfuerzo produciendo en masa. La capacidad productiva de la economía china asegura un flujo constante de recursos donde la industria rusa no alcance. Pekín sabe que es el siguiente objetivo y por tanto apoyará, no sólo económicamente a Moscú, sino que proporcionará los suministros necesarios. Occidente no tiene esa capacidad productiva, porque la dependencia de las materias primas, en manos de Rusia, y la deslocalización industrial, fruto del modelo económico neoliberal, han hecho que China sea la “fábrica del Mundo”. La ventaja tecnológica de la que siempre ha presumido Occidente comienza a ser una quimera. La bajada de los niveles educativos y de la exigencia en las Universidades lanza cada año a los mercados a licenciados cada vez menos cualificados. La incapacidad de EEUU de construir infraestructuras o trenes de alta velocidad como está haciendo Pequín son ejemplos de las dificultades tecnológicas que padece Washington. En el campo militar la situación es preocupante, los fracasos industriales y tecnológicos en el desarrollo de aviones avanzados como el F-32 o la serie de barcos clase Litoral (LCS) conocidos por la marinería como: “pequeños barcos de mierda” son ejemplos de las dificultades industriales y tecnológicas. La guerra, como todos sabemos, es un escenario enormemente exigente en cuanto a la innovación técnica y científica para la que Occidente, al margen de las fantasías peliculeras de Top Gun, tampoco parece estar bien situado.

Rusia se siente atacada por Occidente y responderá. La guerra se librará, se libra ya en múltiples escenarios: Armenia, Siria, Azerbaiyán, Irán, Líbano…. Y ésta, en Ucrania, tiene claras características de ser una guerra mundial.

Para Rusia este conflicto tiene un carácter existencial. Es una Guerra por la supervivencia. Putin afirmaba hace pocos días que el objetivo de Washington era: “debilitar, dividir y, en última instancia, destruir nuestro país mediante la promulgación de políticas diseñadas para hacer que Rusia misma se desintegre en una multitud de regiones y territorios que sean enemigos mortales entre sí”. EEUU necesita enfrentar y derrotar a Rusia para posteriormente negociar, desde posiciones de fuerza con China, asegurando el predominio imperial un siglo más. En esta medida, también para EEUU, esta guerra tiene algo de existencial. El complejo militar-industrial que gobierna Washington necesitaba una guerra para justificarse; el problema para el Pentágono no era la existencia de una amenaza militar china o rusa, sino su inexistencia.

Pero las previsiones norteamericanas de hundimiento económico y revueltas sociales contra Putin se desvanecen. La guerra económica no cumple las previsiones hechas por los analistas, bien al contrario: el marasmo económico que se avecina pondrá en grave riesgo a la propia UE y agudizará las tensiones en los EEUU. La guerra que iba a ser un “maná caído del cielo”, que serviría para eliminar la competencia de Alemania, se revela como una mala opción. Tiene enormes riesgos incluso para EEUU como país; no así para la clase dirigente, que incrementa enormemente su poder. La caída de la libra esterlina a niveles de hace cuatro décadas apunta hacia los problemas financieros futuros.

El crecimiento económico occidental, desde hace decenios, se asentaba sobre una inflación baja y controlada sostenida sobre tres pilares. El primerio, la existencia de una mano de obra inmigrante y mal pagada que permitía que los salarios “nominales” se mantuvieran estancados. El segundo, los productos chinos baratos que elevaban los salarios reales (con el mismo sueldo se podían comprar más productos) aunque los nominales estuvieran, como hemos dicho, estancados. El tercero, la existencia de fuentes de energía barata, fiable y abundante. Estas tres bases ahora se tambalean y, por consiguiente, la inflación se dispara y las cadenas de suministro global han dejado de funcionar. La interacción financiera que ha promovido la globalización económica expande las crisis como mancha de aceite; es una auténtica “red” de intereses comunes y cuyos efectos pagarán todas las naciones, incluso los propios EEUU.

Para las clases populares de EEUU y de Occidente no es un buen augurio; en cambio sí lo es para los grupos y las clases dirigentes que ven en este conflicto la posibilidad de convertirse en auténticos “amos del mundo”. George Soros reconocía hace un tiempo su influencia directa en la destrucción de la antigua URSS y su evolución posterior utilizando a Yeltsin como un auténtico peón de brega. Algunos de estos “prohombres” se sienten los amos del mundo.

La guerra, con la llamada a la movilización parcial y sobre todo con el referéndum en el Dombass, entra en otra fase. Al certificar el Parlamento ruso que los referéndums en Lugansk, Donetsk, Zaporizhzhia y Kherson promueven la integración en Rusia cualquier ataque contra esas localidades será considerado como un ataque a Rusia.

Putin lo ha dejado muy claro: no juega de farol, no habla por hablar. No es ni el balbuceante Joe Biden, ni el payaso de Boris Johnson, ni el servil Pedro Sánchez. Putin avisa a EEUU y los países de la OTAN que si siguen matando ciudadanos rusos serán atacados en respuesta. Rusia ha sustituido los guantes de terciopelo por los de boxeo.

Todos desearíamos que Occidente reflexionara, que se buscara una solución alternativa, pero es poco probable. Hay una mezcla de estulticia, cinismo, arrogancia, electoralismo y servilismo hacia EEUU en la mayoría de los dirigentes políticos que lastran las salidas dialogadas. Los presidentes o primeros ministros viven pendientes de la última encuesta de opinión. Son veletas al viento que marcan los medios de difusión que, concentrados como están en muy pocas manos (los Bill Gates, las fundaciones filantrópicas, los George Soros de turno…) señalan la dirección a seguir. Nuestros dirigentes solo son monaguillos en esta misa de aquelarre. Los aullidos de indignación en Occidente, porque las repúblicas del Donbass quieran escoger su futuro, alcanzan el cielo. Ninguno de estos dirigentes recordó los miles de muertos en el Donbass, durante los últimos 8 años, a causa de los bombardeos de la “democrática” Ucrania, ninguno recuerda los encarcelados en el país, los partidos prohibidos o los sindicalistas encarcelados y desaparecidos. El cinismo occidental está alcanzando niveles nunca vistos. Occidente finge indignación moral, cuando su historia, incluso la reciente, está repleta de guerras de exterminio, o golpes de Estado en Yugoslavia, Siria, Líbano, Irak, Siria…..

A esta dramática situación se suma la desorientación de las fuerzas progresistas, débiles, desorganizadas y que, en muchos casos, han aceptado el “estatu quo”. Unidas Podemos vota a favor de aumentar el presupuesto de guerra español y Ada Colau recibe como un héroe al alcalde de Kiev, donde pululan las bandas nazis. No hay propuesta alternativa desde la izquierda institucional, más allá de resistir en el ejecutivo como sea, mientras intentan parar la movilización y la respuesta popular que habría que organizar.

Europa se suicida; lo peor ni siquiera ha comenzado a intuirse. La UE, en manos de la derecha más rusófoba, apuesta por continuar la presión contra Rusia; a pesar de que las sanciones se muestran increíblemente perjudiciales para la población europea. No importa, las élites (los que mandan sin presentarse a elecciones) obtienen enormes beneficios hundiendo la economía europea. El sector armamentístico y el sector financiero drenan los recursos europeos, eliminan la competencia y pretenden reducir la impagable deuda externa de EEUU a costa de la desindustrialización de Europa (especialmente la de Alemania).

La UE trabaja denodadamente para hundir el sueño europeo. La situación viene acompañada de la inevitable riada de recortes sociales, en pensiones, sanidad o educación… La ofrenda de vidas y dinero se deposita al pie del dios de la guerra. Se nos propone lavarnos con trapos por falta de gas como en Alemania o de dos en dos como en Suiza (podríamos bautizarlo Coduching). Probablemente veremos instalarse las cartillas de racionamiento en una u otra forma como se piensa en Francia, España o Alemania; incluso en un rapto de cinismo monstruoso se popularizará la dieta frigana (de freegan: comer las sobras de supermercados y papeleras) como algo positivo… como si algunos no la estuvieran practicando ya obligatoriamente. Además se nos intenta convencer, desde los medios de difusión, que para luchar en esta guerra deberíamos no consumir materias primas, comprar únicamente tres piezas de ropa al año y realizar un viaje de larga distancia una vez cada 8.

Pero en Zakopane, un pueblo de 30.000 habitantes del sur de Polonia, ya ha caído la primera nevada de un otoño/invierno, largo, frío y oscuro.

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